MAD

En MAD, el mundo ya no es lo que era… literalmente. Una invasion alienigena ha arrasado con casi toda forma de civilizacion, dejando a los pocos sobrevivientes como sombras de lo que alguna vez fue la humanidad. En el centro de esta pesadilla se encuentran John y su hermana, quienes no solo luchan por mantenerse vivos, sino por no perder lo poco que queda de su esperanza. Entre escombros, cielos enrojecidos y criaturas que parecen sacadas de la peor pesadilla, comienza un viaje desesperado hacia lo desconocido.

La obra de Ootori Yuusuke, creador de esta historia tanto en guion como en arte, no se limita a mostrar tiros, explosiones y alienigenas viscosos. En realidad, MAD juega con lo que nos hace humanos: la necesidad de pertenecer, el miedo al abandono, y ese dilema tan comun de no saber si el verdadero monstruo es el que viene del cielo… o el que llevamos dentro. Porque si algo nos enseña el apocalipsis, es que el fin del mundo no necesariamente saca lo mejor de cada quien.

Cada paso que da este pequeño grupo de refugiados es una ruleta rusa emocional. No solo deben esquivar a criaturas que huelen el miedo a kilometros, sino también manejar las tensiones internas de un grupo que empieza a desquebrajarse. En MAD, no hay lugar seguro, ni moral absoluta. A veces, los personajes toman decisiones que duelen, otras que indignan, y algunas que simplemente te dejan mirando la pagina en silencio. Y eso, amigo lector, es parte del viaje.

Visualmente, el es una joyita. El trazo de Ootori Yuusuke consigue transmitir tanto el caos de las batallas como la angustia silenciosa de una mirada perdida en medio de la nada. El ambiente postapocaliptico esta tan bien construido que casi se puede oler la ceniza, sentir el crujir de las ruinas bajo los pies y escuchar ese susurro lejano de que algo se acerca… y probablemente no sea amigable.

En definitiva, MAD no es solo otro de ciencia ficcion con aliens. Es una historia sobre la supervivencia, pero también sobre la fragilidad de la esperanza, sobre lo que estamos dispuestos a hacer por quienes amamos… o por nosotros mismos. Y aunque el futuro parezca condenado, mientras haya quien luche por cambiarlo, todavia queda una chispa encendida en la oscuridad.