Senpai

Senpai, obra de Bikke, no es solo otro escolar con uniforme planchado y suspiros en los pasillos. Es una historia que te agarra por dentro, suavecito al principio, y después no te suelta. Un año ha pasado desde la muerte de Misumi-senpai, y aún así, para Fujinami Kou, el tiempo parece haberse estancado en esa noche donde no pudo ni llorar. Porque no todos los duelos vienen con lagrimas inmediatas. Algunos se esconden, fermentan, y aparecen en forma de silencios prolongados o ausencias inesperadas en el aula. Y es justo en uno de esos días en que decide no ir a clases, que el destino —caprichoso como siempre— le pone delante a Kakitsubata Saki, un chico de primero que parece haber salido directo de los recuerdos.

La imagen es tan inquietante como reconfortante: Saki no solo se parece a Misumi, es practicamente su copia viva. Pero no es solo eso lo que despierta el interes de Kou. Saki tiene una franqueza desarmante, una sinceridad sin filtros que, poco a poco, va horadando la coraza de ese chico callado, retraido y lleno de palabras no dichas. Lo que comienza como una amistad extraña —entre alguien que guarda un duelo y alguien que sin querer lo encarna— se transforma en una relacion cargada de tensión emocional, momentos incómodos y confesiones que tambalean los pilares del pasado.

Bikke, tanto en el arte como en la narrativa, logra algo delicado y dificil: hablar del duelo sin dramatismo barato, mostrar el amor sin clichés y explorar la identidad con una naturalidad que apabulla. En Senpai, los personajes no se dicen todo, pero uno lo siente. La forma en que se miran, las pausas entre dialogos, las dudas y contradicciones que se arrastran en cada página… todo está pensado para que el lector no solo lea, sino que sienta. Como cuando Saki encuentra el diario de Misumi por accidente y, de repente, todo el misterio que envolvía al senpai ausente comienza a adquirir nuevos matices. ¿Hasta qué punto conocer a alguien que ya no está cambia lo que sientes por alguien que sí?

Pero este no es solo melancolía y silencios que gritan. También hay luz, momentos de ternura sincera, de descubrimiento y de esas pequeñas victorias cotidianas que parecen minúsculas, pero que lo cambian todo. Ver a Kou abrirse, poco a poco, dejarse tocar por la vida nuevamente, es quizás uno de los mayores logros de esta obra. Y Saki, con sus dudas, su torpeza emocional y ese parecido que lo persigue como una sombra, tiene su propio viaje que recorrer. No es fácil construir una identidad cuando constantemente te comparan con alguien más. Mucho menos cuando ese «alguien» es un recuerdo idealizado por el dolor.

Senpai no da respuestas faciles. No te dice qué es lo correcto, ni a quién deberías amar. Simplemente te pone ahí, en medio del enredo, y te obliga a mirar. A sentir. A elegir. Es una historia sobre dejar ir sin olvidar, sobre encontrar consuelo en lo inesperado y sobre cómo, a veces, el amor llega disfrazado de confusión. En un mundo que corre a mil por hora, este te pide que te detengas un momento… y escuches el silencio.