Hikaru Ga Shinda Natsu

En Hikaru ga Shinda Natsu, el verano no trae recuerdos cálidos ni días soleados en el campo: trae sombras, silencios incómodos y la sensación persistente de que algo —o alguien— no es lo que parece. En un pueblo donde no pasa casi nada, la amistad entre Yoshiki y Hikaru parecía ser lo único auténtico, una especie de refugio en medio del tedio rural. Nacidos y criados en la misma aldea, compartieron infancia, secretos y tardes interminables. Pero un día, sin previo aviso, Hikaru murió… o eso cree Yoshiki. Porque lo que volvió después se parece mucho a su amigo, pero no lo es.

Ese «Hikaru» nuevo mantiene los recuerdos, la voz, hasta el mismo tono burlón al hablar. Sin embargo, hay algo en su mirada, en cómo se mueve, que le eriza la piel a Yoshiki. Esa cosa —porque no hay mejor forma de nombrarla— no tarda en revelar su verdadera naturaleza: una entidad inhumana que se esconde bajo la piel de su amigo, que declara su amor con la misma naturalidad con la que amenaza con matarlo si no acepta la realidad. Y así, la historia se convierte en una danza peligrosa entre el amor y el terror, entre el duelo que no termina y el deseo imposible de no soltar lo que ya se perdió.

Mokumokuren, autor y artista de esta perturbadora obra, logra en Hikaru ga Shinda Natsu lo que pocoss se atreven a explorar: el terror emocional. No se trata de monstruos con garras o casas embrujadas, sino del miedo crudo a la perdida, al cambio, a mirar a los ojos a alguien que debería reconfortarte y solo ver un abismo sin fondo. A lo largo de los capítulos, la tensión se enrosca lentamente como una serpiente, mientras el pueblo entero empieza a vibrar con sucesos extraños, desapariciones, susurros, y una atmósfera que se siente cargada, como antes de una tormenta.

Yoshiki, consumido por la confusión, se ve arrastrado a una vida donde lo cotidiano se mezcla con lo irreal. Va al colegio, ayuda en casa, pero todo mientras comparte días con una criatura que ya no es su amigo, aunque conserve su rostro. ¿Es amor? ¿Es miedo? ¿Es una negación desesperada del duelo? No hay respuesta clara, y tal vez ese sea el punto. La relación entre ambos se va volviendo más íntima, más inquietante, mientras el pueblo entero parece enfermarse de una presencia que nadie quiere nombrar. Como si el hecho de hablarlo hiciera que se vuelva real. Como si todos supieran algo, pero nadie tuviera el valor de decirlo.

Hikaru ga Shinda Natsu no es solo una historia de horror: es una carta retorcida al amor que duele, al deseo de aferrarse a lo perdido aun sabiendo que ya no está. Es esa sensacion de mirar una foto antigua y sentir que algo en ella ya no encaja. Es crecer y descubrir que a veces, el miedo más profundo no es a los fantasmas, sino a uno mismo. Porque hay un tipo de monstruo que no se esconde debajo de la cama… sino en los recuerdos que no queremos soltar.