Hidamari Ga Kikoeru

El Hidamari ga Kikoeru, creado por Yuki Fumino, es una de esas historias que no solo se leen, sino que se sienten con el alma. En un mundo donde muchos caminan sin mirar alrededor, este se atreve a poner el foco en la empatía, la comunicación y las conexiones humanas que trascienden las palabras. Todo comienza con Taiichi, un joven universitario en busca de empleo, alguien común y corriente, lleno de energía y torpeza, que un dia cualquiera tropieza —literalmente— con Kouhei, un chico silencioso y reservado que parece vivir en su propio universo. A partir de ese encuentro, ambos comienzan a descubrir lo que significa realmente escuchar, incluso cuando el sonido no está presente.

La historia de Hidamari ga Kikoeru se desarrolla con una sensibilidad única. Yuki Fumino, quien escribe y dibuja la obra, demuestra un dominio increíble para transmitir emociones sin recurrir a lo obvio. Kouhei sufre de una discapacidad auditiva severa, y eso marca profundamente su relación con el mundo. No se trata solo de oír o no oír, sino de entender, de sentirse comprendido. Taiichi, con su energía y entusiasmo casi incontrolable, irrumpe en la vida de Kouhei como un rayo de luz, como ese “sol que puede escucharse” que da nombre al. Lo más bonito es cómo la autora logra que el lector perciba la tensión, la dulzura y la evolución entre los dos personajes sin recurrir a clichés o dramatismos exagerados.

A medida que avanza la trama, se construye una relación que va más allá de la simple amistad. No es solo un Boys’ Love, es una historia sobre la soledad, la aceptación y el deseo profundo de ser visto tal como uno es. Kouhei había vivido encerrado en su propio silencio, aislado no por elección, sino por las barreras que la sociedad levanta ante lo que no comprende. Taiichi, en cambio, representa esa calidez caótica, esa alegría que no teme incomodar si es para ayudar a otro. Su voz, ruidosa y torpe, se convierte en el sonido más importante para Kouhei, no porque le hable fuerte, sino porque lo hace con sinceridad. Yuki Fumino logra que cada escena, cada gesto, tenga un peso emocional que deja huella.

Un detalle que hace especial a Hidamari ga Kikoeru es su tono realista. No hay exageraciones ni giros imposibles; todo se siente cotidiano, pero al mismo tiempo profundamente humano. La autora fue incluso destacada en medios japoneses como el Asahi Shimbun, donde se elogió su habilidad para narrar de manera natural y sin artificios. En un panorama donde muchas historias del género optan por lo melodramático, este se mantiene sereno, auténtico, lleno de pausas que invitan a reflexionar. Es de esos relatos que te recuerdan que los vínculos verdaderos no siempre se construyen con palabras, sino con gestos, silencios y comprensión.

En definitiva, Hidamari ga Kikoeru es un que abraza el alma. A traves de Taiichi y Kouhei, Yuki Fumino nos muestra que la comunicación va más allá del lenguaje, que escuchar es también sentir y acompañar. La manera en que la historia equilibra ternura, realismo y crecimiento emocional lo convierte en una lectura que deja una marca duradera. No se necesita ruido para entender lo que alguien siente; a veces, basta con estar presente, con compartir un almuerzo o una sonrisa. Esa es la magia de este: lograr que el lector escuche el sol incluso en los momentos más silenciosos.