Skyhigh Karma

En Skyhigh Karma, la linea entre la vida y la muerte no solo es delgada… es casi invisible, como un susurro que se cuela en los huesos cuando crees que estás a salvo. Takamaru Mai, una joven aparentemente común, comienza a tener sueños inquietantes. No estamos hablando de pesadillas cualquiera, sino de visiones densas, oscuras, llenas de serpientes, sangre y un pozo profundo que parece no tener fin. Todo suena muy simbólico, hasta que un accidente de auto lo vuelve espantosamente literal. Aunque sobrevive solo con una leve conmoción cerebral, el verdadero impacto viene cuando sus rayos X muestran algo imposible: una mano, no la suya, agarrando su cráneo.

Con esa imagen grabada no solo en la placa, sino también en su mente, Mai empieza a cuestionar su realidad. ¿Está perdiendo la razon? ¿Se trata de un trauma post-accidente? ¿O hay algo más, algo que va más allá de lo tangible? La respuesta, como todo en el universo de Skyhigh Karma, no es directa ni amable. Aquí, las respuestas se arrastran por el suelo, susurran desde el más allá y no siempre son lo que uno quiere oír. Takahashi Tsutomu, maestro del oscuro y reflexivo, vuelve a demostrar por qué su nombre está ligado a obras de culto como Alive, Blue Heaven, Jiraishin o Tetsuwan Girl. Esta secuela del impactante Skyhigh no viene a endulzar el día, sino a cortarte el alma en rebanadas finitas.

El enfoque de esta nueva entrega se siente íntimo, casi insoportablemente personal. Mai no es una heroína típica, ni pretende serlo. Ella no quiere salvar el mundo ni vengar a nadie. Solo quiere entender qué demonios le está pasando. Pero en el mundo de Skyhigh Karma, esa simple necesidad de comprensión la lleva a adentrarse en un terreno espiritual y psicológico que muy pocos sobreviven con la cordura intacta. Hay una sensación constante de que algo está observando desde el otro lado. No es un fantasma clásico, no es un monstruo: es karma. Y como suele suceder, el karma no olvida.

El arte de Takahashi Tsutomu es simplemente brutal. Cada página pesa. Cada sombra tiene intención. No es solo un para leer, es un para sentir… o soportar. La angustia visual se combina con un guion que no teme ser lento, filosófico, casi poético en su manera de mostrar el sufrimiento humano. Mai no está sola, pero su viaje se siente solitario. Porque al final, enfrentarse a la verdad sobre uno mismo y al peso de las decisiones pasadas no se puede compartir con nadie. Y eso, justamente, es lo que hace que Skyhigh Karma se te quede metido debajo de la piel.

Esta secuela no necesita de grandes escenas de acción ni criaturas grotescas para perturbar. Lo hace con silencios, con miradas, con el eco de una mano invisible que sigue apretando el cráneo de Mai, incluso cuando ella sonríe. Es un recordatorio brutal de que a veces, lo que más miedo da no es la muerte… sino lo que hay justo antes de morir. O justo después. Porque como bien lo plantea este, la vida y la muerte no son opuestos. Son un circulo vicioso, y Skyhigh Karma te invita a mirar dentro de él. Aunque no estés preparado.