Chainsaw Man – Parte 2

En Chainsaw Man – Parte 2, Denji vuelve al ruedo, aunque si hablamos con sinceridad, nunca se fue del todo. Esta vez no se trata solo de devorar demonios con una motosierra saliendo del pecho, sino de enfrentarse a un mundo aun más retorcido, con reglas nuevas, enemigos más inteligentes y un entorno que le exige crecer… o morir intentando. ¿Suena trágico? Pues sí, lo es. Pero también brutalmente entretenido.

Después de los eventos que sacudieron la primera parte, esta nueva entrega escrita y dibujada por el implacable Fujimoto Tatsuki nos lanza de cabeza a una etapa de Chainsaw Man donde la accion y la introspección se mezclan como sangre en el asfalto. Denji, que alguna vez solo soñaba con una tostada con mermelada y algo de paz, ahora debe preguntarse si ese sueño no fue solo una cruel broma del destino. Porque cuando tu existencia gira en torno a matar o morir, la paz es un lujo, y el desayuno… una leyenda urbana.

Los nuevos personajes y conflictos no tardan en mostrar los colmillos. Esta segunda parte del no solo eleva la violencia y la locura, sino también la complejidad emocional del protagonista. Vemos a un Denji más humano, más dañado, pero tambien más decidido. Hay decisiones que duelen, traiciones que marcan, y esa constante duda sobre si algún día podrá ser más que un monstruo con corazon de niño roto. El ritmo narrativo es salvaje, con giros que te agarran del cuello y te susurran al oido: «no sabes nada todavía».

Y lo mejor (o peor, segun como lo veas), es que todo esto ocurre sin perder ese toque absurdo, oscuro y casi burlón que caracteriza a Fujimoto Tatsuki. El autor sigue retorciendo la logica del shounen hasta hacerla crujir, mezclando el gore con una sensibilidad que duele y divierte al mismo tiempo. Las ilustraciones siguen siendo crudas, viscerales, casi como si la tinta estuviera mezclada con desesperacion. Pero eso es parte del encanto, ¿no?

En definitiva, Chainsaw Man – Parte 2 no es solo una continuacion, es una evolucion. Denji sigue corriendo, cortando, amando y perdiendo, todo al mismo tiempo, mientras el lector se pregunta si acaso este muchacho podrá alguna vez tomar un descanso. Y si no puede, bueno… que al menos no le falte combustible.