Dark Gathering

En Dark Gathering, los fantasmas no solo acechan en la oscuridad… también interrumpen la vida universitaria, arruinan amistades y te dejan secuelas espirituales difíciles de explicar en terapia. Keitarou Gentouga lo sabe mejor que nadie. Después de un encuentro sobrenatural que terminó con su mano derecha marcada por una extraña lesion espiritual —y su mejor amigo básicamente arruinado por el trauma—, Keitarou se convirtió en un hikikomori con razones bastante válidas para evitar el contacto humano. Pero bueno, hasta el miedo necesita vacaciones, y gracias al apoyo constante de su amiga de la infancia, la decidida y algo intensa Eiko Houzuki, Keitarou empieza a dar pequeños pasos para volver al mundo de los vivos… aunque el mundo de los muertos no parece querer dejarlo en paz.

Como parte de su proceso de reintegracion (y porque hay que pagar las cuentas), Keitarou acepta un trabajo de tutor particular. Su primera alumna resulta ser Yayoi Houzuki, prima de Eiko, una niña prodigio con más talento espiritual que escrúpulos. A diferencia de Keitarou, que preferiría nunca volver a ver una sombra extraña en su vida, Yayoi está obsesionada con los fantasmas. ¿La razon? Su madre fue literalmente arrebatada por un espiritu, y desde entonces Yayoi se dedica a buscarlos con una mezcla de frialdad calculadora y un hambre de venganza que haría temblar al mismisimo Sadako. Lo que parecía un trabajo sencillo se convierte muy pronto en una gira macabra por los rincones más embrujados de Japón, con un guía que no quiere estar ahi, una niña que lo arrastra todo el tiempo y una amiga de la infancia que observa todo desde el asiento trasero… con una sonrisa sospechosamente tranquila.

El autor Kenichi Kondou no se anda con vueltas: en Dark Gathering hay horror, sí, y del bueno. Espíritus grotescos, escenarios malditos, presencias que solo se revelan cuando ya es demasiado tarde. Pero lo que realmente hace especial a esta serie es la forma en que equilibra ese terror con el desarrollo emocional de sus personajes. No es solo susto tras susto: es ver cómo Keitarou, con cada paso que da en lo desconocido, se enfrenta no solo a monstruos del más alla, sino también a los que lleva dentro. Es sentir esa incomodidad persistente que no desaparece cuando pasas la página, porque sabes que lo más aterrador no siempre es el fantasma… sino lo que te hace recordar.

La dinamica entre los personajes es otra joya: Keitarou quiere escapar del terror, Yayoi lo persigue con devocion casi religiosa, y Eiko… bueno, Eiko parece tener sus propios secretos, y no todos dan buena espina. Este trio inusual va armando un mapa de locaciones malditas, pero también un mapa emocional lleno de heridas, vínculos raros y decisiones que nadie deberia tener que tomar a esa edad. En el fondo, Dark Gathering es tan humano como sobrenatural, tan introspectivo como espeluznante, y eso es lo que lo vuelve tan adictivo.

Al final del dia, esta no es solo una historia de fantasmas. Es un viaje extraño, intenso y aterrador sobre el miedo, el duelo, la culpa y la necesidad de conectar… aunque sea a traves del velo del más alla. Porque cuando tus heridas internas resuenan con el mundo espiritual, tal vez lo unico que puedas hacer es aceptar que el horror no se va, solo se transforma. Y en ese punto exacto donde lo paranormal se encuentra con lo profundamente humano, es donde Dark Gathering logra brillar con una oscuridad muy particular.