Tenshi Nanka Ja Nai

Tenshi Nanka Ja Nai empieza con una de esas escenas que parecen sacadas de un comercial de perfume juvenil: una tarde lluviosa, una chica mojada hasta el alma y un chico misterioso acariciando a un gatito callejero como si fuera el protagonista de un dorama barato. Pero para Midori Saezima, esa imagen no fue solo estética: fue amor a primera vista. Sin saber su nombre ni de dónde salió, ella queda hechizada por ese gesto tierno y silencioso. Lo que no se esperaba era que aquel encuentro fortuito, con aroma a tierra mojada y corazones confundidos, sería solo el inicio de una historia donde el romance y el caos estudiantil irán de la mano.

La vida, por supuesto, no es una telenovela, y menos si te resfriás al día siguiente. Midori, gracias a su heroica batalla contra un resfrío post-lluvia, se pierde los primeros días de clase en su nueva escuela. Y cuando por fin vuelve, descubre con horror (y un poco de indignación) que ha sido voluntariamente inscrita como candidata para el recién creado Consejo Estudiantil. Lo gracioso es que nadie la consultó, pero igual ahí está: rodeada de desconocidos, haciendo campaña sin querer y tropezando con la dignidad a cada paso.

Entre esos desconocidos está él, el chico del gato, que finalmente tiene nombre: Akira Sudou. Alto, reservado y con ese aire de «yo no elegí esta vida, la vida me eligió a mí», Akira también termina arrastrado al Consejo Estudiantil por razones algo misteriosas (y no tan democráticas). Así, Midori y Akira se convierten en pioneros involuntarios de una institución escolar que aún no tiene ni reglas, ni estatutos, ni mucho menos sentido. Pero algo hay que hacer, y mientras se inventan las «nuevas tradiciones», también empiezan a escribir una historia de amor cargada de malentendidos, silencios incómodos y momentos que harían gritar a cualquier fan del shojo clásico.

Yazawa Ai, autora y artista de esta obra, es conocida por clavar emociones como si fueran estacas en el pecho. En Tenshi Nanka Ja Nai, no solo juega con los tropos típicos del romance adolescente, sino que les da una vuelta realista, dulce y un poquito melancólica. Lo bonito de esta historia no está en las declaraciones dramáticas ni en los besos bajo los fuegos artificiales, sino en los detalles: una mirada que dura un segundo más, una sonrisa que no debería estar ahí, una carta mal doblada en el bolsillo de un blazer. Yazawa entiende que la adolescencia es una época de primeras veces, de torpezas hermosas y de emociones que se sienten como el fin del mundo, aunque no lo sean.

Porque al final, eso es Tenshi Nanka Ja Nai: una historia de amor que no grita, pero que se siente como un susurro fuerte en el pecho. No hay ángeles en este relato, solo adolescentes que intentan ser ellos mismos mientras navegan la escuela, las responsabilidades y el desastre emocional que implica gustar de alguien. Midori y Akira, con todas sus inseguridades y rarezas, nos muestran que a veces lo más revolucionario que uno puede hacer en la vida escolar es ser sincero con lo que siente. Aunque se haga el ridículo. Aunque duela. Aunque parezca que el mundo se viene abajo por una confesión mal hecha.